“El documental El Estafador de Tinder de Netflix es un reflejo del más puro capitalismo y la soledad en la que estamos viviendo”, dijo Ricardo Trujillo Correa, académico de la Facultad de Psicología de la UNAM.
El documental plantea la soledad donde nos sentimos indefensos, sin la posibilidad de contactar con el otro. “Así, Tinder resulta un caldo de cultivo perfecto para este tipo de situaciones”.
Frente a esta gran soledad, añadió el entrevistado, sentimos que no podemos conectar con el otro porque no hay un otro con quien conectarse más que con nosotros mismos. Es como la película Her, en la que el personaje principal se enamora de la inteligencia artificial que vive en su celular, porque en ella ve su propia imagen.
En cuanto al capitalismo, Tinder funciona para ofertar un deseo y satisfacerlo, ya sea de forma legal, o en el caso de Simon Leviev, de forma ilegal.
Esta aplicación funciona para encontrar productos de consumo inmediato. Por ejemplo, “consumir una Coca-Cola que se acaba rápido y se desecha, lo mismo pasa con las personas en la app: les das like, y si no es el producto de moda que buscas lo desechas, y a lo que sigue”. Y así sucesivamente.
Simon Leviev presentaba características que algunas mujeres desean: rico, guapo, cariñoso, confiable, de buen corazón y con una vida lujosa. Así, encaja perfectamente en esa estructura social que nos han enseñado desde pequeños.
El sueño de tener dinero se relaciona con la inequidad social, donde pocos tienen un estilo de vida muy lujoso y los demás lo desean. En algunos casos, la única forma de conseguir esa vida lujosa es a partir del engaño, como lo hizo Leviev.
Sin embargo, este tipo de estafas no se relacionan con las apps de citas, y tampoco son algo nuevo porque se han dado desde los años 50. Lo único que ha cambiado es la tecnología donde se da.
¿Existe un patrón en las chicas?
A decir del académico universitario, las jóvenes víctimas no tienen un patrón, sino más bien Simon Leviev lanzó un anzuelo y quien cayera estaba perfecto.
Sin embargo, en redes sociales varias personas las criticaron por ser interesadas y fijarse en un millonario con un status de vida. Por eso merecían lo que les pasó.
Otros comentarios mencionan que se trata de chicas que buscan protección y cariño. Sin embargo, Ricardo Trujillo menciona que esto es falso porque las víctimas no tienen un perfil igual. Por ejemplo, Pernilla Sjoholm es una chica segura y no necesita cobijo.
Por supuesto, es muy fácil ponerse del otro lado y criticar a las personas. En el caso de las redes sociales, nos muestran la imposibilidad de pensar en la alteridad, es decir, la incapacidad de ponerse en el lugar del otro.
Por ejemplo, en Twitter los individuos critican a los demás sin escuchar su historia. “No les interesa la teoría del otro, sino imponer su punto de vista.
Estos espacios virtuales sirven para imponer la mirada y visión de una persona, por lo tanto, polariza los discursos y refuerza argumentos. “Si estás en un grupo de personas que tiende a ser machista, refuerzas tu comportamiento con sus comentarios”.
Sin embargo, esta situación no es problema de las redes sociales sino de la sociedad con una imposibilidad de dialogar con la alteridad. “Es muy fácil decir, criticar y cuestionar, pero si estuvieras en la misma situación ¿no harías exactamente lo mismo? Por supuesto, a aquellos que hicieron los comentarios no les interesaba ponerse en el lugar del otro sino refrendarse por encima del otro”, concluyó el académico universitario.