El sistema circadiano está compuesto por muchos relojes distribuidos por todo el cuerpo, los cuales reciben información a través de los ojos de cuando hay luz y cuando está oscuro y, por lo tanto, es de noche, para poder realizar funciones primordiales para el funcionamiento, tales como la alimentación, patrones de descanso y actividad, dando un ritmo circadiano.

Pero ¿qué pasa cuando se pierden estos ritmos circadianos? En la sociedad moderna es difícil mantener el orden correspondiente al día y a la noche debido a la popularización de las actividades nocturnas, que propician la larga exposición a la contaminación lumínica (pantallas y otras fuentes de luz artificial), o ingerir alimentos por las noches, generando patrones irregulares de sueño.

“La sociedad moderna se está volviendo atemporal”, afirmó la doctora Carolina Escobar Briones, coordinadora de Investigación del Departamento de Anatomía de la Facultad de Medicina, al afirmar que las consecuencias de la desincronización circadiana se pueden apreciar a nivel de enfermedades metabólicas –ganancia de peso, resistencia a la insulina, síndrome metabólico–, propensión al cáncer, desórdenes cardiovasculares y, sobre todo, en la salud mental.

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